Nosotros vimos nacer la leyenda

Cristiano Ronaldo

Final cruel

Heynckes tuvo mil razones para que Schweinsteiger no jugara el partido y 120 minutos para sentarlo. Quien fuera pulmón del Bayern y de Alemania se pasó el partido buscando sin encontrarse, pesado y lento. Heynckes no se dio por aludido. La parálisis del entrenador resultó inexplicable durante dos horas hasta que en el quinto penalti de la tanda más dramática que se recuerda el dorsal 31 de las camisetas rojas caminó hacia la pelota decisiva. Schweinsteiger. Como ocurre tantas veces en el fútbol, la sinrazón cobraba sentido. Los mejores habían fallado (lo hicieron Cristiano y Kroos) y el repudiado encontraba su oportunidad, el acabado Schweini, la última bala en el revólver del más alemán de los alemanes. Todavía resuena el bang, último ruido antes del silencio absoluto.

Si 90 minutos en el Bernabéu son muy largos, 120 son la eternidad en centrifugadora, ni hablar ya de los penaltis. Cómo sería el agotamiento, cómo la emoción, cómo los nervios y la angustia que antes de que el árbitro pitara el final de la prórroga, los rivales firmaron las tablas con los guantes de boxeo puestos. Cayó Boateng víctima de los calambres y se hizo la paz. Para qué más muertos. Entre los veintidós del campo y los 82.000 de la grada existió la absoluta convicción de que la suerte estaba echada y de que ganaría uno, aunque lo hubieran merecido los dos.

Pero la tortura todavía admitía otro giro. El primer lanzamiento lo convirtió Alaba (19 años), el futbolista más joven en cumplir 50 partidos en la Bundesliga, superando a Schwarzenbeck, les sonará el nombre y el gafe. Después le tocó a Messi y digo bien. Cristiano se aproximó al Adidas Finale 12 con el fantasma del argentino agarrado a su gomina y de tanto perseguir sus pasos le siguió también en el salto al vacío. Neuer paró una pesadumbre de chut, ni ajustado ni potente, porque no lo pegó Cristiano.

A continuación marcó Mario Gómez (2-0), porque para completar la paradoja otro español (o cuarto y mitad) tenía que participar en el asesinato de los equipos españoles, los grandes favoritos, ustedes recordarán. De vuelta, en el segundo penalti del Madrid, Neuer volvió a la misma esquina para detener el tiro de Kaká; la condena parecía segura. Sin embargo, Casillas detuvo los dos siguientes y Xabi encendió una luz que se apagó cuando Sergio Ramos, héroe de una temporada entera, perdió la pelota en un fondo. Ahora está claro, cómo no haberlo previsto, cómo no habernos preparado para la tragedia. Dijo Albert Einstein (alemán, por cierto) que Dios no juega a los dados, pero nada comentó sobre su relación con el fútbol.

Iguales.
Así terminó la aventura del Real Madrid en la presente Champions, con absoluta dignidad, con los mismos merecimientos que el Bayern, pero con ninguno más. El dato es relevante. Su superioridad terminó después de un primer cuarto de hora maravilloso, con dos goles entusiastas, impulsores de una felicidad que era mentira.

El primero, de hecho, combinó el salvaje rugido del Bernabéu con el temblor del Bayern. Marcelo cambió el balón de costa y Di María lo empalmó con el alma (sector zurdo), tropezando con el brazo del aterrorizado Alaba, protagonista, todavía no lo sabía, de otra maldita historia circular.

Cristiano, tan ufano como un millonario en el Titanic, marcó el primero y no tardó en celebrar el segundo. En esa ocasión se lo regaló Özil, que fue quien le desenrolló la alfombra roja.

Pocos lo advirtieron entonces, pero el partido repetía sádicamente el argumento del Barça-Chelsea. De la felicidad más absoluta, dos goles en 13 minutos, se pasó al escalofrío que anuncia las malas noticias. En este caso no era tanto la acumulación de augurios nefastos, como la enorme fortaleza con la que el Bayern se puso en pie. No hay mayor desconcierto para un pistolero que el enemigo inmune a las balas.

Cuando Robben acortó distancias de penalti un objeto no identificado cubrió el cielo de los madridistas: era la sombra del Camp Nou. Casillas adivinó la dirección del disparo y el balón tuvo que doblar sus últimas falanges para terminar en la portería. De haberlo parado, Robben hubiera pedido el inmediato ingreso en un monasterio tibetano.

El penalti que provocó la pena fue un nuevo exceso de Pepe, impecable en lo demás, pero un defensa que nació en la marmita de la excitación y no necesita estímulos externos. El central atropelló a Mario Gómez cuando el delantero todavía tenía que alcanzar el pase de Kroos, cabecear y batir a Casillas; un mundo.

El Madrid cedió campo y terminó por ceder también la pelota. Xabi se había retrasado mucho en auxilio de la defensa y el Bayern había ganado la medular, a pesar de la incomparecencia de Schweinsteiger, polizonte de un gran partido; esto está escrito antes de su penalti y así queda, como testimonio de la ignorancia humana. Kroos, entretanto, se revelaba como un futbolista de los que valen por media docena.

Se intercambiaron golpes y pánicos. Pudo marcar el Bayern y pudo hacerlo el Madrid, replegado como le gusta, aunque sin las fuerzas que exige el repliegue. Con media hora por delante, el Madrid era el Chelsea con Cristiano en el papel de Drogba. La comparación es exagerada, lo sé, pero los sentimientos eran idénticos. A Fernando Torres ya le atronaban los oídos.

En los últimos minutos del tiempo reglamentario el partido se jugó en el corredor de la muerte: el nudo en el estómago, la esperanza en el corazón y el llanto en la garganta. Cada avance del Bayern sonaba como las pisadas del carcelero. En ese momento era más fácil gritar que pensar, más sencillo llorar que hablar.

Ceguera. Nadie quería arriesgar, nadie se asomaba del todo, el agotamiento se mezclaba con la prudencia y la fatiga con la estrategia. Los dos equipos ya eran dos boxeadores, de esos que se abrazan y parecen confundir el odio con el amor, y en esa ceguera de ojos hinchados mezclan ganchos y consuelos: si ganas, tú también lo merecerás.

En el minuto 74, Kaká entró por Di María, y conociendo el poco apego de Mourinho al brasileño, más que un cambio pareció una plegaria, un beso a la estampita del santo. Heynckes, sabio o loco, seguía sin hacer cambios.

Mario Gómez rozó el gol en el minuto 85 y estuvo cerca de evitarnos tanto sufrimiento y tanto placer sadomasoquista, porque hay ruinas preciosas. Su fallo fue ser bueno en lugar de tarugo, pues el magnífico pase de Robben necesitaba eso, un tipo con una sola idea. Gómez quiso recortar, poner lazo a una bomba y le estalló en las manos.

En la segunda parte de la prórroga Higuaín dio relevo a Benzema. Fueron los minutos de Kaká, desesperadamente delicado, aunque ligero e incisivo. Granero reclamó un penalti y una extraordinaria arrancada de Marcelo estuvo a un milímetro de dejar a Higuaín en posición de gol. Kassai señaló fuera de juego.

Al fin, el partido se trasladó al duelo Casillas-Neuer, el rey de los porteros contra su más prometedor aspirante. Tantos milagros de Iker jugaron en su contra, ya no hay quien lo dude. El chico alemán, en cambio, tenía a su favor el escudo del Bayern y una vida con más futuro que pasado, sin apenas gloria. Ya la tiene. Y la compartirá con Schweinsteiger, ese polizonte, ese futbolista acabado que ayer volvió a empezar. Bang.

Cristiano marcó 2 goles que no fueron suficientes.


Cristiano Ronaldo a 2 partidos del Balón de Oro

Cristiano Ronaldo buscará hoy antu su público el pase a la final de la Champions, una final que de ganarla ( frente al mismo rival que en 2008, el Chelsea), prácticamente le daria el Balón de Oro 2012.

El portugués lleva meses superando a un Leo Messi que, aunque parezca mentira, ha desaparecido en los momentos importantes. El argentino siempre daba lo mejor de sí cuando llegaba la hora de la verdad. En la presente temporada, no. Apagado en el Clásico y sin chispa ante el Chelsea (falló un penalti decisivo), el astro blaugrana se despidió del Balón de Oro.

En el otro lado está Cristiano Ronaldo. Soportando las críticas más absurdas y escuchando salvajadas semana tras semana, el portugués supo abstraerse para recordar que estamos ante un futbolista maravilloso. Torpedeó el Calderón, silenció al Camp Nou y va camino de firmar otra temporada de récord. Además, sus formas han cambiado. La ansiedad desapareció. La solidaridad se convirtió en su nueva virtud. De menos a más. De ser un crack a ser el mejor.

No es fácil decir que Cristiano merece un Balón de Oro. Y es que, vivimos una etapa en la que existe mucha dictadura verbal y poca capacidad analítica. Criticar a Leo Messi parece delito. Defender al Real Madrid o a sus jugadores es sinónimo de hooliganismo. Y en esas estamos. Luchando por una libertad mediática que los dueños de la verdad quisieron arrebatarnos.

Nadie dudará, jamás, de Messi. Nadie podrá decir, nunca, que el argentino es un jugador normal. Todos sabemos que el Diez del Barcelona es un crack indiscutible y va camino de marcar una época. Pero también debemos reconocer que, hoy por hoy, Cristiano Ronaldo está uno o dos puntos por encima de su íntimo rival.

Lo mejor para el portugués es que aún tiene la oportunidad de seguir distanciándose de su perseguidor. Lograr la Bota de Oro, alzar el título de Liga y poder levantar la Champions League le ayudan a la hora de encarar la fase decisiva en la lucha por el Balón de Oro.

¿Se lo merece? ¿De verdad merece llevarse el galardón? Preguntarán muchos. Y ante una cuestión tan vacía, lo mejor es responder con otra: ¿No se lo merece? Con los méritos firmados en el campo, cualquier debate suena ridículo. Cristiano Ronaldo, apunta a ganador del Balón de Oro 2012.

Cristiano Ronaldo ganó Balón de Oro y Champions en 2008


Dos genios han silenciado el Camp Nou

El Clásico del pasado sábado dejó una imagen para la historia. El goleador portugués Cristiano Ronaldo pedía calma al Camp Nou que soñaba con la remontada de su equipo. La estrella blanca ponía tierra de por medio y dejaba patente su clase. Este gesto recordó a muchos lo que un mito del madridismo, Raúl González Blanco, ya hizo en 1999 cuando mandó callar al estadio culé. Dos gestos y un mismo sino, la leyenda.

Raúl González Banco y Cristiano Ronaldo tiene predestinado ocupar un lugar privilegiado en la historia del madridismo. Ambos comparten multitud de virtudes, entre ellas el gol, y los dos llevan el mismo número a la espalda. Pese a solo coincidir un año en el vestuario blanco, los dos futbolistas serán por muchos años el estandarte del madridismo.

Hace trece años Raúl González Blanco enmudecía al Camp Nou. Con su gesto característico, una vaselina sutil, el ‘7’ blanco levantaba el balón por encima de Hesp y Reiziger no podía llegar al balón. Su celebración mandando callar al Camp Nou pasó a la historia, y muchos madridistas la enmarcan en una de las imágenes de mayor relevancia en la historia blanca.

Raúl nunca provocó a la grada, pero contestó así a los que habían atacado a su mujer, Mamen Sanz. Insultos e improperios varios de los seguidores culés que hicieron mucho daño al jugador y que este respondió como mejor sabe, marcando.

El pasado sábado la historia se repetía. Con el mismo número a la espalda que Raúl, Cristiano Ronaldo se presentaba en el santuario culé con ganas de liarla, y bien que la lió. Su tanto sirvió para ser el gran protagonista del encuentro, el futbolista decisivo, algo que algunos había tenido la osadía de poner en duda.

Como a Raúl, a Cristiano le increparon durante todo el encuentro. Insultos, descalificaciones y pitos. El portugués supo contestar como su ex compañero, con un gol de bandera que ponía justicia y que le servía para reivindicarse con un gesto claro: “Calma, calma, aquí estoy yo”.


Calma, el rey es Cristiano

Minuto 70 de partido. Alexis consiguió embocar toda una serie de rechazos en el área de Casillas para poner el empate en el marcador, la Liga en un puño y el Camp Nou boca abajo. Quedaban 20 minutos para el final y el público azulgrana veía posible darle la vuelta a un partido que se había puesto cuesta arriba. La crítica situación iba a medir la madurez del equipo de Mourinho.

Apareció el mejor Cristiano Ronaldo

Y Cristiano Ronaldo emergió para dar un puñetazo encima de la mesa y finiquitar la Liga. Özil filtró un pase maravilloso al portugués (lo más fácil era prolongar para la carrera de Di María, que ya apuntaba el desmarque) y Cristiano rebasó a Valdés. «Calma, calma, calma», acertó a decir el ‘crack’ luso.

Con su celebración, tal vez con un punto de chulería, escenificaba el cambio de régimen y le decía al mundo que ahí estaba él. Seguramente, quedará dentro de la memoria colectiva madridista de la misma forma en la que quedó la imagen de Raúl silenciando el Camp Nou.

Lo cierto es que a Cristiano se le podrán discutir muchas cosas, pero no su insurgencia. En una época dominada por Leo Messi, la mejor virtud del luso ha sido desafiar a la lógica. El argentino es el mejor jugador del mundo, pero el portugués ha decidido la Liga. Se echó a su equipo a la espalda en el Calderón, hizo el gol que adelantaba al Madrid frente al Sporting en el Bernabéu y decidió el choque ante el Barça.

A un gol de marcar a todos los equipos

Tras su decisivo gol en el Camp Nou, Cristiano se encuentra a un paso de lograr otro registro estratosférico. Si CR7 consigue marcarle un tanto al Mallorca, le habrá hecho al menos un gol a todos y cada uno de los equipos de la Liga BBVA esta temporada, algo que no ha logrado nadie en la historia de la competición. Otro guarismo más que daría brillo a una temporada descomunal.

Encabeza el ‘Pichichi’ con 42 goles, uno por encima de Messi, y ha conseguido que su pólvora sea tan letal tanto en el Bernabéu como fuera de casa. El portugués ha metido 21 goles en casa y otros tantos lejos de Chamartín. Si el Madrid consigue el doblete, el Balón de Oro será suyo.


Tacón de oro

El Real Madrid venció en Vallecas porque tiene a Cristiano Ronaldo y porque Fernández Borbalán masacró al Rayo. Ganó el Madrid porque le sobra la pegada que le faltó a un ambicioso Rayo, que jugó más y mejor e hizo méritos suficientes para llegar al gol antes que el Madrid. Su falta de tino en el remate acabó condenando a los vallecanos, que siempre miraron de frente a su ilustre visitante y nunca perdieron la cara al encuentro. Otro ejercicio de dignidad del Rayo, un equipo que entiende que la posesión del balón es la mejor forma de defenderse. Con esa filosofía puso en aprietos al Madrid durante buena parte de un encuentro del que no mereció irse derrotado.

El partido fue una demostración más de que el Madrid no necesita jugar bien para ganar y que cuando salta al campo sin la actitud y sin la intensidad necesarias, cualquier rival es capaz de hacerlo un lío. Cuando la iniciativa y el balón fueron del Rayo, el Madrid sufrió. Así fue durante todo el primer tiempo y en el tramo final del choque. Tras el descanso el Madrid salió más espabilado, adelantó líneas, se atrevió a presionar más arriba y acabó imponiendo su superioridad física. Aunque todo ello hubiera quedado en nada sin Cristiano, el único futbolista del Madrid que quiso la victoria desde el inicio. Se inventó un golazo de tacón apenas nueve minutos después de pasar por los vestuarios y a partir de esa acción, el partido fue para el Rayo como un intento de escalar el Everest sin oxígeno. Los tres únicos tiros peligrosos del Madrid en toda la tarde fueron de Cristiano. Uno acabó en gol y los otros dos los despejó un inspirado Joel, un portero con buena planta, reflejos, colocación y que transmite seguridad. Dejó inmejorables sensaciones.

La presencia del Madrid en Vallecas no intimidó al Rayo, que no varió su filosofía. Es un equipo que acostumbra a presionar la salida del contrario y exige la máxima precisión del rival en los pases y una concentración extrema. Al Rayo le sobra atrevimiento y ambición, juega el balón con descaro, no da un mal pelotazo y obliga al rival a que esté a su altura si no quiere quedar mal parado. No es un equipo que se asuste fácilmente este Rayo, que viaja por la Liga protegido con una coraza por las calamidades sufridas y regalando fútbol, con más lucimiento lejos de Vallecas.

El Madrid pareció desquiciado, incómodo, fuera de sitio, incapaz de dar dos pases seguidos. La culpa fue del Rayo, que le obligó a caminar cuesta arriba durante todo el primer tiempo. El juego fue del Rayo y el Madrid, incapaz de responder con fútbol, se entregó al contragolpe como única vía posible para intentar llegar al gol. En lo físico dominó el Madrid, en lo táctico y en el juego, el mando fue del Rayo, que llevó el partido por donde quiso.

Con Özil y Kaká durmiendo la siesta sobre el césped de Vallecas y Xabi Alonso ahogado por la presión del Rayo, sólo Cristiano se atrevió a inquietar a Joel. En estas situaciones es cuando más evidentes se hacen las limitaciones de Khedira, incapaz de estar a la altura que exige el Madrid cuando debe asumir la responsabilidad en la dirección. El alemán hace lo que puede y hay que reconocerle su abnegado esfuerzo, que ya es más de lo que se puede decir de Kaká, pero Khedira no está capacitado para manejar situaciones que requieren creatividad e imaginación.

Como tampoco está capacitado para estar en Primera Fernández Borbalán, que completó otra actuación muy deficiente, lo que ya no es novedad. Es un árbitro pésimo, que maltrató al Rayo Vallecano, perdonó la roja a Ramos por una agresión a Diego Costa que debió acabar en penalti y se inventó la expulsión de Michu por una acción con Khedira. El rayista tocó el balón y el alemán sufrió un desmayo.

Lo de Sergio Ramos fue a los 20 minutos, con todo un mundo por delante. Ramos sufrió una recaída de esas que le retrataban antaño y que ya creíamos superadas. En un intento quizá de ajustar cuentas pendientes, le dio un codazo a Diego Costa dentro del área. Le vio cómo llegaba por detrás y le saludó con un codazo cuando pasó a su altura. Una acción tan absurda como incomprensible que no venía a cuento. Ramos, que ya tenía una amarilla, debió ver la roja. Fernández Borbalán no señaló el claro penalti y solucionó la jugada con una amarilla a Diego Costa por protestar. Más argumentos para quienes defienden que en la carrera que mantienen Real Madrid y Barcelona, ninguno de los dos tiene autoridad moral para quejarse de los árbitros.

Diego Costa fue una pesadilla constante para Ramos y Pepe, a los que puso en aprietos como pocos lo han hecho últimamente. Lo acusó el Madrid y lo acusaron los centrales, más nerviosos e inseguros que de costumbre. Si la defensa del Madrid salió indemne no fue más que por la falta de puntería del Rayo, por alguna mano de Casillas y por la fortuna que también estuvo del lado visitante.

Como se vio cinco minutos antes del descanso, cuando Piti recortó con enorme facilidad a Arbeloa y lanzó un misil que se estrelló en la parte interior del poste más alejado de Casillas. El balón salió rebotado y se paseó por delante de la línea.

Con el susto todavía en el cuerpo, el Madrid inició la segunda parte con otro aire, más centrado y demostrando más intensidad, como ya ha quedado apuntado. Y a los nueve minutos se encontró con ese golazo de tacón de Cristiano que varió el rumbo del choque. El balón regateó un bosque de piernas hasta llegar a la portería.

A partir de ahí, el Madrid tuvo más presencia, que no juego, y Mourinho decidió utilizar los cambios para protegerse, todo lo contrario que el Rayo. Coentrao sustituyó al inédito Kaká, Callejón a Higuaín y Granero a Marcelo, lo que dejó a Cristiano como hombre más adelantado. Sandoval, el autor de esta gran obra que es el Rayo, retiró a Piti, Movilla y Casado para dar entrada a Lass, Trahorras y Tamudo. Metió imaginación y decidió mirar hacia delante sin importarle descubrirse atrás. Toda una declaración de intenciones.

El atrevimiento del Rayo no tuvo premio en la segunda parte porque Michu perdonó el empate, porque Casillas respondió con una mano excelente a un tiro magnífico de Casado desde más de 30 metros y, sobre todo, porque cuando el partido se consumía, Armenteros no acertó a rematar a puerta vacía. Por eso, por la falta de puntería del Rayo, Cristiano se llevó los tres puntos de Vallecas.

Cristiano celebra el golazo que da la victória.


El Madrid sigue imparable

Quien juega contra el Real Madrid no sólo se enfrenta a un equipo mejor, más dotado técnicamente, bendecido desde la cuna con la magia del talento. Se mide también a un equipo más fuerte y más ágil. Esa segunda virtud, digamos muscular, es la que impide cualquier escapatoria. El Madrid gana el partido de fútbol, pero ganaría también las carreras de sacos, el rescate y el pídola. Se trata, por tanto, de un adversario total, inabordable en el campo, en los 3.000 obstáculos y en las coreografías de Michel Teló.

Para el adversario de un monstruo así sólo cabe la resignación de los Washington Generals, aquel equipo que se dejaba marear por los Harlem Globetrotters. No hay otra opción. Ni siquiera perversa. Quien atiza a Cristiano descubre que Cristiano vuelve a levantarse tras sacudirse el polvo del edificio que se le cayó encima. El joven Álvaro sabe de lo que hablamos y el viejo tobillo de Cristiano también.

A los seis minutos ya ganaba el Madrid y a los 38 el Racing se quedó con diez jugadores. Habrá quien señale ese último momento como la clave del partido. Con 1-0 y el visitante descubriendo mundo, Cisma fue expulsado por doble amarilla. Su pecado, en ambos casos, fue tocar el balón con la mano, acción prohibida desde 1863. El problema, en la segunda amarilla, es determinar la voluntariedad del impacto. Cisma desvió con los brazos un centro de Cristiano y, aunque no se le puede exigir la amputación, sí cabe sugerirle el recogimiento. Con todo, la roja pareció un castigo excesivo e injusto para quien nada hizo por golpear la pelota, sino que se vio golpeado por ella.

Créanme si les digo que si no hubieran sido las manos de Cisma hubieran sido las manos de Manitú. El Madrid llegaba con cadencia y sólo Toño mantenía la intriga de un marcador abierto. Gracias a él el segundo gol se retrasó hasta el minuto 45, cuando Benzema burló sutilmente la salida de un guardameta a prueba de bombas, pero no de pellizcos. Ya dentro de la portería, Ramos y Bernardo se pelearon por un lugar en el acta.

El mérito del Racing fue volver tras el descanso. Y hacerlo con ánimo. El debutante Babacar cabeceó junto al palo en un contragolpe y alumbró una rendija para la sorpresa. Diop empujaba mientras Arana y Acosta se desplegaban por bandas… Sin embargo, atacar al Madrid es como escapar de Alcatraz. Excavado el túnel, superados los muros y burlados los guardias, toca lidiar con los tiburones.

A los diez minutos de entrar al campo, Di María logró uno de esos goles que tanto le gustan, zurdazo con efecto desde el flanco derecho. La cuenta la cerró Benzema con uno de los que le gustan a él: zambombazo sin mediar palabra.

Insólito.

Hubo otros prodigios. Kaká vio una amarilla por cortar una contra y se le recuerdan otras escaramuzas insólitas, incluido el escorzo que sirvió a Cristiano el primer gol. Ya en la segunda mitad, la iluminación perdió potencia un minuto, lo que aconseja revisión eléctrica al finalizar la temporada, enésima razón para no albergar la Copa. La última es que habrá que reponer el césped al término del campeonato. Para borrar las huellas.

Cristiano abrió el marcador con el 1-0.


Cristiano Ronaldo supera a Puskas y amenaza a Di Stéfano

El delantero portugués Cristiano Ronaldo logró el pasado domingo, ante el Levante, su decimotercer triplete como futbolista del Real Madrid, superando a Ferenc Puskas y situándose a la caza de Alfredo Di Stéfano, que se retiró marcando veintidós ‘hat-tricks’.

Los registros goleadores de Cristiano Ronaldo con el Real Madrid van camino de batir todos los récords históricos del club: 121 goles en 122 partidos. Si la temporada pasada fue la más goleadora, destrozando el récord de Telmo Zarra y Hugo Sánchez, al convertirse en el único jugador que marca 41 tantos en una campaña y 54 en todas las competiciones, en el presente va camino de superarse.

Ha marcado 27 goles en 22 jornadas de Liga y llega a 33 contando la Copa del Rey en la que el Real Madrid ha caído en semifinales ante el Barcelona y la Liga de Campeones en la que se encuentra en octavos de final.

Ante el Levante Cristiano firmó su decimotercer triplete desde que llegó al Real Madrid, el sexto de la presente campaña igualando a falta de 16 jornadas para el final del campeonato los que consiguió la pasada. Se sitúa entre dos mitos del madridismo tras superar a Puskas y comenzar la «persecución» a Di Stéfano.

En su primera temporada Cristiano logró su primer ‘hat-trick’ en la antepenúltima jornada. La pasada campaña ya batió récords y ahora ha conseguido tripletes en los partidos ante Rayo Vallecano, Osasuna y Levante en el estadio Santiago Bernabéu, más Real Zaragoza, Málaga y Sevilla a domicilio.

Con 94 goles en 85 partidos de Liga, Cristiano ya es dos años y medio el decimotercer goleador de la historia del Real Madrid. Clasificación que lidera Raúl González con 228 goles.

Cristiano ya es una leyenda blanca.


Cristiano deja el Barça a 10 puntos

La Liga es del Real Madrid y sólo él puede perderla. Al menos si mantiene la actitud, juego, intensidad y presencia física que mostró ante el Levante, que marcó a los cinco minutos y desató un vendaval del Madrid. Si no es capaz de superar al rival por juego, lo aniquila por agotamiento físico y mental. El nivel de exigencia al que eleva el Madrid los partidos requiere una respuesta similar del contrario si no quiere ser pasado por encima.

El Levante lo sufrió en el Bernabéu, pero dejó una imagen más que digna, supo mantenerse en pie y nunca sacó bandera blanca. Si se rindió fue porque le obligaron a ello. Le obligó la actitud y el juego del Madrid, con el magistral Özil y Benzema en primera línea, y los goles de Cristiano, que celebró un hat-trick, y del propio Benzema, que pusieron la firma a la avalancha ofensiva de su equipo. Con esa voracidad ofensiva compensó el Madrid sus lagunas en defensas, esos errores por falta de concentración que pagó con los goles de Cabral y Koné, justo premio para el Levante.

El triunfo del Madrid, tan merecido como trabajado, le deja con una ventaja de diez puntos sobre el Barcelona, una distancia sideral dada la igualdad que ha marcado la trayectoria reciente entre estos dos equipos.

El encuentro se consumió a una velocidad enorme, con algunos jugadores pasados de revoluciones, con mucho para disfrutar, pero también con mucho que ver y que pitar, y Undiano Mallenco no siempre supo hacerlo. Cometió dos errores de relieve. Anuló mal un gol a Benzema por fuera de juego que no era y perdonó la expulsión a Ramos, que decidió solucionar sus disputas con Del Horno dándole una patada sin estar el balón por medio después de que el lateral vasco hubiera soltado un manotazo. Los dos futbolistas mantuvieron un ‘diálogo’ a base de manotazos y patadas. Fue el único idioma en el que se entendieron durante el partido. Poco verbo y mucho genio. No se vio la mejor versión de Ramos, que falló en los dos goles del Levante, como se equivocó también Pepe en esas dos acciones. Sí acertó Undiano en el penalti señalado por mano de Iborra, que se ganó con esa acción su segunda amarilla.

También dejó el partido suficientes argumentos para el análisis táctico. El Madrid, ahora, es un equipo que prioriza la posesión del balón y consigue que los goles lleguen como una consecuencia del juego. Ese cambio de mentalidad ofensiva se ha convertido en el mejor escudo en defensa. Cuanto más tiempo tengas la pelota en tu poder, menos te atacará el rival. Lógico. La presencia de Granero junto a Xabi Alonso ayuda a ello. Como ayuda la nueva versión de Özil, más participativo, más centrado e igual de genial, y de Benzema, en movimiento continúo, una bendición para cualquier pasador.

Un minuto tardó el Madrid en mostrar su ambición, con un tiro de Benzema que se fue alto, y cinco tardó el Levante en alterar el ritmo cardíaco de los madridistas con el gol de Cabral. La participación de Ramos fue fundamental. Perdió el balón ante El Zhar y tuvo que derribarle, originando la falta de la que nació el tanto. Además, peinó el centro de Farinós, impidiendo que Pepe llegara a la pelota y permitiendo a Cabral cabecear a placer. Otra acción a balón parado pésimamente defendida por el Madrid y otro gol en contra.

Llegó después el gol mal anulado por Undiano a Benzema, que estaba en posición legal. Özil combinó con Cristiano, éste tocó de tacón y el balón llegó hasta Benzema, en posición legal, sin que Higuaín lo tocara. El asistente y Undiano entendieron que el argentino prolongaba el balón. De haberlo hecho, sí hubiera dejado a Benzema en fuera de juego.

Lo que se vio a partir de ahí fue un asedio del Madrid, una avalancha ofensiva en la que descuidó la retaguardia, lo que permitió alguna alegría del Levante en territorio enemigo que exigió toda la atención de Casillas. El Madrid llegó por todos los lados y de todas las formas posibles. Por las bandas y por el centro, por la velocidad de sus contragolpes y, sobre todo, por juego, por posesión, por paciencia, a base de tocar el balón hasta encontrar los huecos por donde atacar o fabricándoselos para hacer daño al rival.

Falló Higuaín una ocasión clarísima y repitió poco después, con la misma suerte. Tomó el relevo Cristiano Ronaldo, con un disparo de falta que esta vez sí cogió portería, pero que encontró a Munúa. A continuación apareció Benzema y en todas las maniobras ofensivas del Madrid, o al menos en las más brillantes, emergió la figura de Özil.

El juego del Madrid se estrelló contra el muro del Levante hasta que Iborra ayudó a derribarlo con las manos. Un penalti tan absurdo como evidente por el que se ganó su segunda amarilla y la expulsión. Cristiano transformó el penalti. Justo premio a los méritos del Madrid, que salió de los vestuarios dispuesto a solucionar el encuentro. No tardó ni un cuarto de hora en lograrlo.

Con apenas cinco minutos consumidos, Higuaín recibió de Benzema, eludió con sencillez la presencia de Ballesteros y envió un balón al área que fue cabeceado a gol por Cristiano ante la pasividad de Javi Venta y Pallardó, sustituto de El Zhar en el descanso. Siete minutos después, Cristiano lanzó un obús que pasó por encima de Munúa a enorme velocidad. El portugués volvió a demostrar que pega mejor al balón en movimiento que cuando lo tiene parado en las faltas.

El tiroteo continuó con el buen tanto de cabeza de Koné, que aprovechó la errónea maniobra defensiva de Ramos y de Pepe, al que respondió Benzema con un golazo de enorme clase. Un tiro elegante con rosca con el que eludió las manos de Munúa.

Ahí bajó el ritmo el Madrid y se firmó una tregua tácita que aprovechó Mourinho para efectuar los tres cambios. Callejón, Khedira y Kaká ocuparon el sitio de Higuaín, Granero y Özil, despedido con todos los honores y con el Bernabéu puesto en pie.

Cristiano marcó un Hat-trick.


Liga encarrilada

El Real Madrid demostró ayer que la superioridad con la que barrió al Barcelona del campo el miércoles, en el Nou Camp, no fue algo ocasional. Con un fútbol de altura venció con claridad al Zaragoza, aventajando en dos puntos más al Barcelona, que no pudo pasar del empate.

El fútbol de los blancos no sólo debe imponerse a sus rivales, sino también a un descarado Villarato, ya que para seguir en la línea de Teixeira Vitienes, Iturralde González dejó de pitar otros tres penaltis a favor de los de Mourinho. En el Villarreal – Barcelona, los culés volvieron a tener un trato de favor arbitral, pero ni así lograron los tres puntos. Tras la jornada, el Real Madrid se ve catapultado hacia el campeonato.

Sin embargo, el inicio de partido no fue bueno para los locales, que no salieron con la debida intensidad. El Zaragoza, debido a su condición de colista, tiene urgencias en todos los partidos, así que pillaron al Real Madrid todavía dormido, a los 11 minutos, con un gol de Lafita que aprovechó un grave error en la marca de Pepe, para recibir solo dentro del área y batir a Casillas.

Pero el Real Madrid no estaba para sorpresas. El once de Mourinho fue toda una declaración de intenciones, recordando aquel partido liguero de la pasada temporada en Santander, en el que el fútbol de toque del Real Madrid maravilló tanto a seguidores como detractores de Mourinho.

El técnico portugués parece haber olvidado, al menos de momento, las tácticas ultradefensivas. Así el Real Madrid dio un baño de juego al Barcelona en el partido de vuelta de la Copa y así ganó ayer, con un fútbol total, llegando a superar el 70% de la posesión del balón.

Parafraseando al entrañable Andrés Montes, José Mourinho puso en liza a los «jugones». Y cuando el Real Madrid juega con los buenos, es imparable. Dos hombres de gran visión de juego como Xabi Alonso y Esteban Granero, ocuparon las posiciones de medios centro. Kaká y Özil, con libertad de movimientos, oscilaban entre la media punta, las bandas y las incursiones en área. Cristiano Ronaldo atacaba desde la banda izquierda, secundado por Marcelo, aunque tampoco jugaba en estático, lo mismo que Benzema, que se dejaba caer continuamente a banda derecha desde su posición en punta.

Con semejante equipo dentro del terreno de juego, el balón era para el Real Madrid. La movilidad y la visión de sus futbolistas se tradujo en continuas ocasiones de gol. Kaká dio los dos primeros avisos y a la tercera, el media punta brasileño acertó a batir al guardameta Roberto, para empatar el partido, resultado con el que se llegaría al descanso.

El público del Santiago Bernabéu no parecía asustado. Jugando así, la victoria de su equipo sólo era cosa de tiempo. Y eso se demostró al inicio de la segunda mitad, ya que antes de que hubiera transcurrido el primer cuarto de hora, Cristiano Ronaldo primero, a pase de Özil y el propio media punta alemán después, sentenciaron el choque con el 3-1 final.

El partido de ayer tuvo un nombre propio: Mesut Özil. La elegancia en sus movimientos y su enorme visión de juego recordaban por momentos a uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol como Zinedine Zidane, que tantas tardes de gloria dio al madridismo.

El inicio de temporada del alemán fue bastante irregular, pero parece que las pequeñas vacaciones de Navidad le han servido para recargar las pilas, sobre todo atendiendo a la lección de fútbol que dio en el Nou Camp y al partidazo que disputó ayer, encandilando a aficionados y rivales.

Özil se entendió a la perfección con Kaká. Entre los dos abrieron muchos espacios para las llegadas de Granero, que cuajó un partido muy completo, los desmarques de Benzema o las arrancadas de Marcelo e incluso de Altintop, que también se animó a buscar la portería contraria.

Cristiano Ronaldo padeció una fortísima defensa, lo que también habilitó al resto de sus compañeros. La superpoblación defensiva del Zaragoza en banda izquierda, para maniatar a Ronaldo, fue aprovechada por el resto de sus compañeros. El Real Madrid tuvo mucha presencia en el área rival, creando superioridad numérica en muchas zonas y traduciéndola en un sinfín de ocasiones, que derivaron en la victoria final.

Cristiano sigue siendo el pichichi de la Liga con 24 tantos en 20 partidos.


El Barcelona pasa de ronda, el Madrid renace

Fue un partido excelente, intenso, un espectáculo de los grandes, en el que un afortunado Barcelona despidió de la Copa al Real Madrid, que se marchó con la cabeza alta, dejando una imagen de gran equipo, en especial en el primer tiempo. Perdió una eliminatoria, pero recuperó valores como la autoestima y la identidad, que tanto se echaron en falta en la ida, pero sobre todo recuperó el juego. El Madrid se demostró a sí mismo en el Camp Nou que sabe jugar al fútbol y con ese argumento como base principal de su comportamiento es capaz de discutirle el triunfo al Barça. Al Madrid le abandonó su pegada cuando le acompañó el juego. Un juego que fue muy superior al del Barcelona, que sufrió como nunca ante un Madrid que mandó, se hizo respetar y supo disputar la posesión del balón a los hombres de Guardiola, al que se le vio incómodo e inquieto, más apurado que de costumbre. Quizá agobiado por la presión del nudo de su corbata. No mereció salir derrotado el Madrid del Camp Nou y no se le puede poner ningún reproche a su comportamiento.

El Madrid jugó mejor, fue más brillante que el rival y llevó todo el partido con la lengua fuera al Barcelona, que sobrevivió gracias a los goles de Messi y Alves, que llegaron en dos acciones aisladas y no como consecuencia del juego. Fue un premio excesivo para el Barça y un castigo desmesurado para el Madrid, que nunca perdió la figura y terminó acariciando el milagro con los tantos de Cristiano, muy centrado y metido en el partido en todo momento, y de Benzema, sustituto del desacertadísimo Higuaín y que completó un segundo tiempo sencillamente espectacular. Y por encima de ese nivel estuvo Özil, lúcido, participativo, con una enorme capacidad para asociarse y desequilibrante con todos sus movimientos y sus pases.

Esta versión mejoradísima del Madrid, la más brillante en un Clásico desde que manda Mourinho, hizo más evidentes los errores cometidos en la ida y aumenta el sonrojo por la versión que se vio en el Bernabéu. Por qué en los duelos contra el Barcelona no se ve allí a un Madrid con la predisposición, personalidad, actitud y juego que se vio en el Camp Nou es algo que sólo sabe Mourinho.

La salida del Real Madrid estuvo a la altura de lo que siempre se espera de él. Afrontó el partido de cara, sin miedo, con personalidad e iniciativa. Lo quiso jugar y con esa actitud metió en un lío al Barcelona, al que hizo daño cuando se fue a buscarlo arriba y también cuando lo esperó atrás para hacerle correr al contragolpe. El Barça pareció desubicado y le faltó la pausa y la capacidad para leer el partido. Pero por encima de todo, le faltó el balón y sin la pelota, el Barcelona no ya es que sea incapaz de mandar, sino que sufre, y mucho, hasta convertirse en un equipo vulnerable.

El Madrid ocupó todas las zonas del campo y las ocupó bien, con sentido, salvo los destrozos que originó en el lateral izquierdo Coentrao, incapaz de tirar bien un fuera de juego, y la habitual inoperancia de Kaká, un pesado lastre. Si en la ida fue Pepe el eje del Madrid en el centro del campo, esta vez correspondió a Özil ser la referencia del equipo. Lo agradeció su equipo y lo padeció al Barça. Xavi no apareció, Iniesta se fue lesionado, Busquets tuvo que multiplicarse para intentar contener la avalancha, Messi apenas apareció para dar el primer gol a Pedro, que ya es bastante dirán algunos, pero no suficiente para lo que se exige del mejor futbolista del mundo. Cesc nunca encontró su sitio y las diagonales, los desmarques de Alexis, especialista en aparecer donde más daño hace, no fueron tan dañinos como en el Bernabéu. En definitiva, el Madrid se encargó de difuminar al Barcelona.

El comienzo del Madrid fue arrollador y ayudado por la inestabilidad defensiva del Barcelona disfrutó de tres clarísimas ocasiones en diez minutos. Y todas las malgastó. A los diez segundos, Higuaín se quedó solo ante Pinto, después de una falta de entendimiento entre Alves y Piqué, y mandó el balón fuera. Tres minutos después Pintó evitó el gol en un remate de Higuaín después de una falta sacada por Xabi Alonso. Y a los 11 llegó la tercera ocasión, en un contragolpe que acabó rematando Cristiano para que Pinto despejara como enormes dificultades. El Madrid falló donde no acostumbra a hacerlo y lo pagó.

Llegó después un tiro de Özil que hizo retumbar el larguero de la portería de Pinto y a todo el Camp Nou e Higuaín volvió a malgastar a continuación una nueva oportunidad para hacer daño.

Todas las ocasiones fueron del Madrid y todas las desperdició. Lo contrario que el Barcelona. Cuando apenas faltaban dos minutos para cerrar el primer tiempo apareció Messi para destrozar la defensa del Madrid y abrir una profunda sima por la que se empezaron a perder todas las ilusiones de remontada de los blancos. Fue un eslalon en el que terminó encontrando a Pedro, sustituto minutos antes del lesionado Iniesta, para que batiera a Casillas.

En el tiempo añadido, el pésimo Teixeira Vitienes perdonó la segunda amarilla a Lass por una entrada a Messi. La falta se resolvió con un golazo de Dani Alves. Fue un misil teledirigido que entró por la escuadra de Casillas, que tuvo que recoger el balón de la red en los dos únicos tiros que hizo el Barcelona en la primera parte.

Fue muy discutida la actuación de Teixeira, al que se le reclamaron hasta tres penaltis en ese primer tiempo. Primero, una posible mano de Busquets en un balón cabeceado por Pepe; después, un derribo de Pepe a Alexis y para terminar, una mano de Abidal en un remate de chilena de Ramos dentro del área.

El Madrid pareció perder efervescencia al inicio de la segunda parte. Fue un engaño. Tuvo más peligro y presencia, demostrando estar en todo momento a la altura del fenomenal reto que tenía por delante. Siguió apostando Mourinho por el juego. Retiró a Lass, Kaká e Higuaín y dio entrada a Granero, Callejón y Benzema. El Madrid creció con los cambios y el Barcelona, sometido por el empuje del rival, se fue empequeñeciendo. Por primera vez en mucho tiempo, en vez de mirar hacia delante, Guardiola lo tuvo que hacer hacia atrás. Thiago salió por Cesc para reforzar el centro del campo y buscar la posesión del balón, que nunca llegó, y Mascherano entró por Alexis.

Para entonces el marcador ya señalaba el 2-2 después de los goles de Cristiano, que tras un gran pase de Özil superó con una maestría natural al nervioso Pinto en el mano a mano, y de Benzema, que firmó un golazo que dio todavía más brillo a su excelente partido. Nada que reprochar al gol anterior anulado a Ramos, que terminó expulsado por doble amarilla.

Se despidió el Madrid de la Copa, pero lo hizo a lo grande, sin esconderse nada, con su versión más reconocible. Se fue siendo fiel a sí mismo, jugando al fútbol.

Cristiano celebra el 2-1.


Remontada vital

Higuaín fue el protagonista, pero Mourinho escribió y dirigió la película. Lo de la escritura no es metáfora. Logrado el segundo gol, el técnico repartió entre los futbolistas anotaciones a modo de chuletas. Parte del contenido de los papelitos lo descubrió el entrenador en conferencia de prensa y se resume así: «Váyanse atrás y no se dejen marcar un gol, caballeros». Los jugadores cumplieron a rajatabla. No hay como ser educado y poner las instrucciones por escrito.

Una vez más el entrenador volvió a tener una participación clave (casi demiúrgica) en la reacción y la victoria. De nuevo pudimos comprobar que Mourinho no hace cambios: lo suyo son zapateados, revoleras dignas de Raphael, representaciones teatrales de su descontento. Más que sustituir piezas, reemplaza estados de ánimo. Es innegable su capacidad para tocar el orgullo de los futbolistas. También su alianza con la fortuna. Con la fortuna de tener a Higuaín, quiero decir.

El delantero al que llaman Pipita (apodo inapropiado por escasamente feroz) entró en la segunda mitad en sustitución de Lass. Tan importante como la variación táctica fue el gesto. Después de una primera parte penosa sin mejor oportunidad que un cabezazo al poste de Sergio Ramos en el minuto 44, el Madrid anunciaba carga ligera. Por delante, cuatro atacantes entre los que estaba Cristiano según el acta del partido; por detrás, Xabi y Özil.

Congelemos la imagen de la caballería y pasemos ahora al Mallorca. Completó una primera parte impecable y la ganó con todo merecimiento. En la segunda mitad su única obsesión fue conservar el marcador y el resultado es que perdió con toda justicia. La única duda es saber si su renuncia a la pelota fue totalmente voluntaria (voluntad de Caparrós, se entiende) o estuvo provocada por la repentina voracidad del Madrid. Nos inclinaremos por los tonos grises.

Cuatro caras. La consecuencia es que ayer no vimos a dos equipos, sino a cuatro. La primera versión del Mallorca fue digna de Mourinho. Equipo de presión asfixiante, directo y batallador. Mil balones robados y otros tantos regalados por el Madrid sin oponer resistencia. Arriba, dos escopetas: Chori, flecha conocida, y Hemed, falso tronco y falso lento. Del primero nació la asistencia y del segundo el testarazo que valió el primer gol. Del Madrid, sin noticia.

Tras el descanso salieron otros veintidós, incluido Higuaín. Los del Mallorca jugaron con el etéreo objetivo de pillar una contra. Los de Mourinho a vencer o morir. El resultado es que el Madrid fue ganando metros hasta arrinconar a su rival. Sin jugadas primorosas, pero con la machacona insistencia de quien no piensa abandonar. El talento hizo lo demás. E Higuaín. En la primera pared con fundamento (con Özil), marcó. A quien diga que tuvo suerte habrá que responderle que la suerte también se suda.

A siete del final, el hombretón llamado Pipita porfió por un balón improbable y provocó la carambola que propició el gol de Callejón. Otra vez la suerte, dirán. Ja. Aunque el Mallorca quiso recuperar el balón ya era demasiado tarde. Logró la pelota, pero los papelitos ya los tenía el Madrid. De puño y letra de Mourinho. Sobre todo de puño.

Cristiano felicita a callejón tras el 1-2.


Cristiano y Coentrao firman autografos en Malaga


Un Madrid incontenible

Aunque el maestro Dante Panzeri escribió un tratado sobre el fútbol como Dinámica de lo impensado, anoche, en el baile de 24 voluntades imprevisibles (incluyo al árbitro y al balón, los actores más inciertos), sucedió lo que casi todos imaginaban. Ganó el Madrid y marcó cinco, el número que redondea las goleadas. Para semejante viaje el Granada no hubiera necesitado tantas alforjas, ni tantas pizarras. Para un partido así Mourinho hubiera podido evitarse los berrinches habituales, que luego se nos disparan las canas.

Seamos generosos, no obstante. Quienes abandonan el Bernabéu cosidos con esparadrapo no merecen que la palmada consoladora se convierta en cachete acusador. Sin embargo, nos queda la sensación de que el Granada tenía para más. La prueba es que el marcador le condicionó demasiado el ánimo. Tuvo una actitud reservona para el empate, valerosa para el 1-0, distraída luego y apesadumbrada al final. Fabri olvidó una última consigna: ni miren al luminoso ni cuenten con los dedos.

Tampoco hay gran novedad en los héroes del Madrid. Tal y como había desdeñado en la víspera, Mourinho alineó juntos a Benzema e Higuaín y ambos ofrecieron buenos argumentos para repetir desdén en el futuro. Lo del francés se confirma: está raptado por las musas (o enamorado, que el efecto se confunde). Consiguió dos goles, el primero en el terreno del nueve tras una afortunada asistencia de Özil (espuela involuntaria). En el segundo nos recordó a esos abuelos que sacan monedas de las orejas de los niños. El inocente, en este caso, fue el brasileño Siqueira, blandísimo atrás, un carrilero interesante que en defensa es la Fábrica de Moneda y Timbre.

No crean que Higuaín anduvo lejos de Benzema. Ocurre, simplemente, que lo suyo es diferente, más industrial. Marcó su gol por puro empeño, y antes y después se peleó con el mundo, incansable y bregador. Hay una parte de su misión que siempre se cumple: es un crack de incógnito y aún hay bastantes que siguen sin reconocerle bajo el disfraz de Peter Parker.

El cabezazo de Ramos que valió el segundo tanto completó una actuación personal impecable y frenó el ímpetu del Granada, mejor durante diez minutos, los del empate. Tan pulcro como su compañero estuvo Varane, un muchacho al que ya se le ha borrado el estigma del enchufe. Ayer le ganó todas la carreras a Dani Benítez, uno de los futbolistas más activos y toreros de su equipo.

Teoría

Fuera de aquel arreón, del visitante no hubo apenas nada. Si acaso la tenacidad de Martins, el cabezazo de Mikel Rico y algún detalle de Uche. Obsesionado con evitar los contragolpes del Madrid, el Granada se dejó el partido contra las cuerdas, demasiado pendiente de la teoría para terminar con el mismo castigo que aquellos que no estudian nada.

El quinto lo marcó Cristiano, pero ni eso le libró de la nube gris. Sentirse excluido de la fiesta le nubla tanto la vista que le hace acumular fallos que le excluyen de la fiesta. Ni celebró el gol, por tardío y por regalado. Ya se sabe: su mundo es otro y tiene origen volcánico. Como Madeira.

Cristiano no tuvo una gran noche.


Remontada de campeón

Cuando pasen las horas, el Málaga se dará cuenta de que ha conseguido mucho en el Bernabéu: marcar dos goles y perder por uno, llegar vivo y tiro de gol de poner en jaque mate al campeón de Copa. Para firmarlo vistos sus antecedentes y los de casi cualquiera que pasa por Chamartín. Cuando pasen las horas, reposen las emociones y se valore todo con la mesura que no tuvo un partido loco y abracadabrante, un partido con pedigrí de Copa. Pero en caliente, entre calambres y moratones, seguro que lamenta la resolución de un partido que ganaba 0-2 en el minuto 68.

Cuando pasen las horas, el Real Madrid se dará cuenta de que hizo un primer tiempo como mínimo cuestionable, que encajó dos goles en dos córners mal defendidos, que protestó más de lo que jugó y acumuló más tarjetas que remates con peligro. Y se dará cuenta de que el 3-2 convertirá La Rosaleda en una piscina llena de tiburones en la que tendrá que hilar muy fino ante un rival que busca un triunfo sobre el que construir todo un proyecto, la piedra sobre la que se edifique un futuro que a veces, siempre pasa, titubea.

Cuando pasen las horas, los dos equipos pensarán donde acertaron y donde se suicidaron. Los dos lo hicieron, lo uno y lo otro. Seguramente ni Real Madrid ni Málaga estén del todo felices ni del todo infelices con el resultado. Así es el deporte, así es el fútbol y así es la Copa del Rey, un torneo único y maravilloso cuando ofrece partidos así de descarnados y así de dislocados. Con detalles brillantes y errores estruendosos, con épica y taquicardias, con las distancias acortadas y tambores retumbando mientras todos se ven obligados a elegir: ser cazador o presa, comensal o parte del menú.

La sonrisa de Pellegrini

El primer tiempo del partido -año nuevo, vida nueva- rompió cualquier guión previsto. El Málaga, un equipo elegante pero titubeante en defensa y sin dinamita física, a priori un rival ideal para el Real Madrid, capeó los primeros minutos, controló el partido desde su trinchera defensiva, conservó el balón hasta donde pudo y tuvo la efectividad de la que normalmente presume su rival: dos goles en dos córners, los dos pésimamente defendidos por el Real Madrid, los dos bien rematados por Sergio Sánchez y Demichelis.

El Real Madrid se quedó en un barullo poco edificante. Presionó mal y robó muy atrás, se hizo horriblemente espeso en la elaboración y buscó atajos que siempre pasaban por el balón largo y los movimientos individuales. Sólo Callejón buscaba el espacio pero sus viajes al centro dejaban sin banda derecha a un equipo fiado a las acciones de un Cristiano que terminó desquiciado. Xabi entró poco en juego, Kaká retrocedió demasiados metros y Lass fue metralla sin control cerca de un Málaga que resistió impertérrito y que sólo achicó agua con cara de susto en los últimos minutos, un entremés que anunciaba el segundo plato. Un aviso para navegantes.

Revolución y pegada

El segundo tiempo fue un empacho, un tiovivo. El Málaga tiró por tierra en dos minutos su excelente trabajo de más de una hora. Entre el 68 y el 70, Khedira avanzó y marcó por coraje e Higuaín aprovechó un regalo de Sergio Sánchez, de héroe a villano (así fue el partido), que creía ceder a Caballero cuando en realidad asistía al Pipa. Benzema marcó el tercero y pudo marcar el cuarto, Cristiano tuvo una tonelada de remates, todos al limbo, y el Málaga dejó escapar un par de contras y acabó descosido y superado, rezando por mantener un 3-2 que un suspiro antes era un resultado horrible (así fue el partido).

La remontada del campeón de Copa, que pasó por un órdago serio, se puede analizar por atmósfera o por pequeños detalles, por la épica de las remontadas del Bernabéu y los noventa minutos demasiado largos o por el cambio de Isco, un demonio que reventó el sistema defensivo del Real Madrid hasta que dejó el campo… instantes antes del 1-2 y después de que Van Nistelrooy se fuera entre la ovación cerrada del Bernabéu, a punto de perder la paciencia pero incapaz de perder la memoria con el que fue uno de los suyos.

Pero la remontada hay que analizarla sobre todo en clave de fútbol: Mourinho, por lo demás enredado en peleas fútiles con Teixeira, interpretó el cogotazo del primer tiempo y movió de un plumazo a Callejón, Kaká y Arbeloa. Puso a Lass de lateral y a Özil, Benzema y Khedira en el campo. Y el Real Madrid comenzó a carburar con más Xabi, con las conducciones de Özil, con movilidad y el campo ensanchado y con las dos bandas bien trabajadas. El Real Madrid percutió a conciencia, a veces por juego y a veces por corazón. Pero llegó y llegó, un oleaje que finalmente resquebrajó el muro del Málaga y que tuvo como centro neurálgico a Benzema, que estuvo en todos los ataques de su equipo, se asoció, cayó a las bandas, jugó en la media punta, marcó el tercero y redefinió el juego de ataque del Real Madrid. Con él, todos parecieron mejores quizá con la excepción de un Cristiano enfrentado con los hados.

El Real Madrid estuvo a punto de quedar grogui y también de dejar el pase casi sentenciado. El Málaga pasó del paraíso a la lona y la eliminatoria sólo ha vivido su primer capítulo. Eso es lo que hace a la Copa y eso es lo que hace grande al fútbol: la tozudez del Málaga por no ser una víctima propiciatoria, la del Real Madrid por defender la corona que le costó sangre, sudor y lágrimas. Así son estos partidos, así es la Copa y ahí queda un brindis para la vuelta: un marcador ajustado, un Real Madrid sobre aviso, un Málaga en busca de un triunfo que lo cambie todo. Pellegrini, Van Nistelrooy, Cristiano, Cazorla, Mourinho… Morbo, emoción y fútbol. Que nadie se lo pierda.

Cristiano anotó un espectacular gol en fuera de juego.


Cristiano quiere seguir en el Madrid de momento

Cristiano Ronaldo y Alessandro del Piero fueron premiados el miércoles en la gala de los premios Globe Soccer en la Conferencia Internacional de los Deportes que se celebra entre el miércoles y el jueves en Dubai.

Cristiano recibió un galardón por ser el futbolista del año con mayor número de goles múltiples (dobletes y tripletes), mientras que Del Piero resultó premiado por toda una trayectoria en el mundo del fútbol. Globe Soccer es una conferencia anual organizada por los agentes del fútbol mundial.

«Estoy feliz en el Real Madrid. Quiero seguir en este club en el futuro. Disfruto de este momento y quiero continuar divirtiéndome en el Real Madrid», dijo Cristiano Ronaldo, quien confesó que en la Premier League aprendió reglas básicas del mundo del fútbol como la disciplina. Cristiano alabó el nivel de la Liga española, que definió como excepcional. «Es la mejor Liga del mundo», subrayó Cristiano.

El jugador regresará el jueves al trabajo junto al resto de sus compañeros en la Ciudad Real Madrid para comenzar a preparar el choque de Copa del Rey ante el Málaga del próximo 3 de enero.

Cristiano e Irina con los premis que CR7 ganó en Dubai.


Cristiano Ronaldo envía felicitaciones desde la playa

Vacaciones en las islas Maldivas para Cristiano Ronaldo, su novia, Irina Shayk, y su hijo. El jugador portugués repite destino después de que las Navidades pasadas conociera un paraíso solitario donde disfrutar de los suyos sin ser objeto de persecución de la prensa ni de los paparazzi. La estrella madridista está pasando una semana con los suyos, sólo al alcance de bolsillos millonarios como el suyo. El coste por noche puede llegar a los 19.000 euros en las lujosas Villas Anantara Resort Kihavah, situadas en la isla Huravalhi Kihavah, a 35 minutos en hidroavión del aeropuerto internacional de Malé.

Villas dotadas de los mayores lujos en las que se incorporan playas privadas de aguas cristalinas donde se asegura la tranquilidad lejos del mundanal ruido y de miradas indiscretas. Cristiano Ronaldo y los suyos disfrutan, además, de una piscina privada, jacuzzi para dos personas al aire libre, seis restaurantes en los alrededores, canchas de tenis y spa…

Las Maldivas forman un archipiélago de islas planas, casi a nivel del agua, situadas en el océano Indico, en el sur de la India. Estas islas son puntas que emergen de una cadena montañosa sumergida que están llenas de vida y que transmiten sosiego, donde la familia de Cristiano Ronaldo están pasando las fiestas navideñas rodeados de todo tipo de lujos. La temperatura media de la zona es de unos 30 grados centígrados en las cuatro estaciones del año.

El jugador y los suyos tienen previsto abandonar las Maldivas el próximo día 26, ya que el futbolista tiene que cumplir con unos compromisos personales el día 27 en Dubai. El jugador portugués se desplazará al Emirato Árabe para estar presente en un acto de solidaridad. Después tiene previsto quedarse para acudir a las sextas Conferencias Internacionales sobre el Deporte.

Tras su estancia en Dubai tiene previsto desplazarse a su tierra natal, Madeira, según anuncia la prensa portuguesa, donde cerraría su periodo vacacional antes de reincorporarse a los entrenamientos del equipo previstos para la tarde del día 29 y empezar a preparar el partido de ida de la Copa del Rey, en el estadio Santiago Bernabéu, el día 4 de enero.

Cristiano Ronaldo no visita su casa desde el pasado mes de mayo, cuando decidió pasar allí con su pareja sentimental, Irina Shayk, unos pocos días para que conociera la residencia donde vive su madre.

El atacante merengue publicó una fotografía en la que aparece sonriente desde alguna playa, con una camiseta y short negros, así como una gorra blanca hacia atrás, y los pulgares de ambas manos levantados.

“Hola a todos, estoy disfrutando de mis vacaciones, pero me gustaría desear a todos vosotros una Feliz Navidad”, fue lo que escribió Cristiano en su cuenta de Facebook.

Cristiano en las islas maldivas


Cristiano Ronaldo cierra 2011 con pleno al 60

El Real Madrid cerrará el año 2011 desde lo más alto de la clasificación de Liga merced a la arrolladora victoria sobre el Sevilla de este pasado sábado. Un 2-6 que sirvió para espantar los fantasmas surgidos tras el varapalo del Clásico, para demostrar que en el club blanco no hay hueco para la palabra rendición como bien recordaban Mourinho y Florentino Pérez esta misma semana, y de paso, para que Ronaldo se enjuagase el mal sabor de boca que le dejó el partido ante el Barcelona.

Y es que con tres goles en el Sánchez Pizjuán, el segundo de bellísima factura, el portugués dio un paso hacia adelante frente a todas las críticas que había recibido esta semana pasada. Críticas merecidas por otra parte. Al menos las que apuntaban únicamente a su partido frente al Barcelona, nefasto para un jugador de su talla y de su peso. Sin embargo, Ronaldo lejos de arrugarse quiso recordar a todos que sus partidos contra el cuadro blaugrana son apenas un oasis dentro de su trayectoria global. Algo que sólo unos pocos olvidaron aprovechando el recital de Messi del pasado sábado.

Pero es que pese a quien pese, los números de Ronaldo no los puede borrar nadie ya. Quizás muchos ahora recuerden únicamente aquellos que falló en su último partido en el Santiago Bernabéu ante los pupilos de Guardiola, pero antes de esos ya había marcado otros 56 sólo en el año 2011. Que junto con los cuatro que ha marcado esta semana entre Ponferrada (1) y Sevilla (3) dejan la cuenta del ‘7’ merengue en una sobresaliente y sorprendente marca de 60 goles en este año que recién termina. Y lo que es más destacable, que los ha conseguido en 60 partidos tan sólo entre los oficiales disputados con el Real Madrid más los jugados con su selección (tanto amistosos como oficiales). Lo que deja una media de un gol por encuentro.

Números que hablan por sí solos, que le han supuesto a título individual la consecución del Pichichi de la Liga española 2010-11 y la Bota de Oro europea por sus 40 goles en el pasado campeonato liguero –récord histórico de la competición además-. También, cómo no, la nominación entre los tres mejores jugadores del año según el jurado del FIFA Balón de Oro. Liderar la clasificación de máximos goleadores de la presente Liga con 20 tantos ya antes de que se acabe la primera vuelta siquiera. Y lo que es quizás más importante, un título colectivo para el Real Madrid merced al gol logrado en la final de Copa del Rey frente al Barcelona.

Sin duda el gol más relevante de los sesenta que marcó en este 2011 (53 en partido oficial con el Real Madrid). Pero no fue el único que supuso una victoria para el equipo blanco ni mucho menos. Y es que en todo este 2011 sus 53 goles con el cuadro merengue han sido consecuencia directa de la obtención de hasta quince puntos en Liga (4 este curso y 11 el pasado), además de una victoria más en Champions ante el Tottenham (0-1), y otra victoria más en Copa ante el Atlético (0-1). Con lo que además de por la cantidad, los goles de Cristiano también son importantes por la calidad de los mismos, pese a ese rumor que crece entre los mentideros futbolísticos de que los tantos de Cristiano sólo sirven para engordar su propio currículum.

Cristiano Ronaldo va camino de su 3a Bota de Oro.


Terapia contra la depresión

El Real Madrid solventó la papeleta que supone la primera ronda de la Copa del Rey con más pena que gloria. El actual campeón inició la defensa de su trono con un triunfo sin alardes ante la Ponferradina. Callejón abrió la cuenta y sigue pidiendo a gritos más minutos, mientras que Cristiano Ronaldo volvió a ver puerta tras ser señalado después del Clásico.

Y es que la resaca del partido ante el Barcelona ha sido todo un dolor de cabeza para los de Mourinho. El entrenador portugués dijo en rueda de prensa que no se cambiaba por nadie. Imaginamos que ahora que tiene casi cerrado su pase a octavos de la Copa menos todavía.

La realidad es que sobre un Toralín entregado compareció un Madrid todavía muy tocado. Pesan, y vaya si pesan, el latigazo de Alexis, la carambola de Xavi y el cabezazo de Fàbregas. Con el plus de motivación que se le supone al equipo de menor categoría La Ponfe se puso rápido las pilas.

Sus aficionados cambiaron rápido la cámara de fotos donde disparaban sin cesar a las estrellas blancas por los aplausos para sus chavales, que llegaban a la cita en el mejor momento de la temporada. Yuri, dueño y señor del ataque berciano, demostró su clase con una chilena que no puso en apuros a Adán, solvente en su segundo partido como titular de la semana.

Y si el meta que llega detrás de Casillas cumplió, qué decir de Callejón. Lo del extremo ya ha dejado de ser casualidad. Aprovecha sus minutos como nadie en una plantilla en la que los roles parecen bastante fijos. Marcó en Cornellà, le hizo dos al Dinamo, repitió doblete en Amsterdam y este martes volvió a ver puerta. Está ahí para cuando le necesiten.

Después de mostrarse extremadamente generoso con Cristiano Ronaldo –por eso de que el portugués estaba de bajón– el ex del Espanyol acudió con la zurda a un centro de Khedira y embocó el primero a la media hora.

Albiol y sus carencias

El Madrid había hecho lo más difícil y ya se podía relajar. Todos menos Cristiano. El portugués tuvo un encontronazo absurdo antes de hacer el segundo con Samuel que denotaba que no estaba del todo tranquilo. Tras este pique y después de un larguerazo de Doménech, el 7 vio puerta con ayuda de Quintana y se marchó a los vestuarios dando su relevo al canterano Jesé, que por fin puso debutar con el primer equipo

Todo esto pasó después de que Albiol volviera a dejar a su equipo con un jugador menos. No se sabe si es la falta de confianza, los pocos minutos que tiene o, simple y llanamente que no tiene calidad para jugar en el Madrid. Uno ya, después de ver cómo le luce el pelo cuando sale, opta por lo tercero.

La Ponfe acabó en la orilla del Madrid y dando la cara hasta el final, ofreciendo una gran imagen y haciendo botar al Toralín a pesar de la lluvia y la derrota. Irán al Bernabéu de excursión y a hacerse fotos. Que lo disfruten. Por su parte, el equipo de Mourinho tiene la última cita comprometida del año en Sevilla el próximo sábado. Se juega tomar las uvas en lo alto de la tabla. Ahí sí que ya Mourinho no se cambiaría por nadie del mundo mundial.

Cristiano celebra el segundo gol.


En Madrid la toman con CR7

El Santiago Bernabéu señaló a Cristiano Ronaldo el sábado por su actuación en el clásico. Era su octavo encuentro ante el Barcelona desde que defiende la camiseta del Real Madrid y acabó silbado por una afición cansada. El madridista está harto de esa desmesurada ambición que desborda su ansiedad y que convierte en desacierto. Una actuación que arrastró al equipo a la derrota como demuestran sus errores puntuales ante Valdés.

La grada del Santiago Bernabéu fue del run-run a pitarle cada vez que Cristiano Ronaldo intervenía en el juego. El madridismo empieza a cansarse de su egoísmo, de la ceguera de un entrenador que lo mantiene en el campo siempre sin buscar alternativas cuando su súper estrella no tiene el día. Y el sábado fue uno de esos partidos en los que lo mejor para su equipo hubiese sido sustituirle.

El portugués tuvo en sus pies el 2-0 (24) que hubiese puesto cuesta arriba el partido a los blaugrana. Un balón franco al borde del área, tras una exquisita asistencia de Benzema, que mandó muy desviado de la portería defendida por Valdés. Tenía a Di María solo a su derecha, pero decidió tirar. Lo que no le perdonó la afición blanca fue un remate de cabeza franco que mandó fuera solo ante el portero del Barcelona con 1-2 en el marcador (64). Además, el portugués lanzó tres libres directos desde el borde del área: dos las estrelló contra la barrera y la tercera la despejó con los puños Valdés. Cristiano Ronaldo tuvo el partido en sus botas, pero falló otra vez contra el Barcelona.

Esta es la historia del portugués en los clásicos. La excepción a la regla fue en la final de la Copa del Rey de la temporada pasada, en la que consiguió el gol del triunfo en el tiempo suplementario. Un tanto que valió un título.

La prensa madridista también se cebó con el icono blanco hartos de su impotencia para liderar triunfos ante el Barça.

La puerta de salida

Cristiano está cansado ya de no ganar nada en el Madrid, salvo un título menor de Copa del Rey. Su entorno comienza a tener claro que su carrera se viene abajo por su fijación con el Barça. Puede ser el máximo goleador, puede batir récords de `hat tricks, pero aquí nunca será el mejor del mundo ni vencerá campeonatos de primer nivel. Se siente derrotado y los pitos de la afición podrían abrir un hueco de consecuencias imprevisibles. El portugués ya es el jugador más odiado en los campos de toda España y, si pierde el cariño de los suyos, solo le quedará un camino, que es irse. Como no sea capaz de remontar el vuelo esta temporada, su idilio con el Madrid puede explotar en mil pedazos.

Defensores

Algunas personalidades han salido en defensa del luso.

Guti:»Dudar de Cristiano es como cuando dudan de Messi cuando hace un partido mal con Argentina. El fútbol es así. Todos sabemos que son los mejores del mundo, pero si juegan dos partidos mal, también se meten con ellos. El fútbol es una montaña rusa y cuando las cosas te van muy bien parece que eres Dios y nadie te va a tirar de ese pico de la montaña y cuando ves que están allí arriba sabes que en cualquier momento puedes caer y caes»

Casillas: «Somos un colectivo y como tal ganamos y perdemos todos. Cristiano nos da goles y títulos. Todos tenemos que estar en este barco. El Barça no puede ser una obsesión».

Periodista Tomás Guash: «El último porro del fútbol es matar a Cristiano Ronaldo. En el Camp Nou he visto yo aclamar a Abelardo y pitar a Rivaldo, el fútbol es de locos.»

«El Barça tiene mejores centrocampistas y este es un juego de centrocampistas. Ellos tienen más y mejores jugadores en el centro del campo. No hay que darle más vueltas.»

Cristiano queda muy tocado después del clásico.


El Barcelona vuelve a ser favorito al título de Liga

El panorama que deja el Clásico es desolador para el Real Madrid y de normalidad absoluta en el Barcelona, que salió de Bernabéu como líder de la Liga, aunque con un partido más. El Madrid acudió a la cita disfrutando de una superioridad estadística indiscutible, como dominador absoluto de los números, con la confianza de quien se cree indestructible. Cuando el nivel de exigencia se multiplicó, el Madrid suspendió el examen. El Barça dejó atrás sus dudas e inseguridades, supo levantarse después del enorme golpe que supuso recibir un gol a los 22 segundos, se sobrepuso a todos sus errores, que no fueron pocos en defensa, y cuando la cuestión fue determinar quién era mejor con el balón en los pies, cuando habló la pelota, sólo quedó constatar la superioridad del Barcelona, dirigido por un sublime Iniesta y un magistral Xavi. Iniesta ofreció un recital en el segundo tiempo, una lección de cómo se interpreta este juego.

Mientras el Barça sigue, con más o menos sobresaltos, su camino, el partido supuso una enorme marcha atrás para el Madrid, desarmado de nuevo en el centro del campo. Las deficiencias de antaño se volvieron a hacer visibles, como si el tiempo no hubiera pasado y nada hubiera evolucionado. Pero lo que ha pasado es que un Clásico más, el Barcelona fue mejor que el Madrid.

Quienes nieguen la evidencia de lo sucedido sobre el mojado césped del Bernabéu, siempre encontrarán alguna justificación ajena al balón. La mejor forma para corregir tus errores no es buscar los de los demás. Es imposible avanzar y mejorar cuando uno no asume sus limitaciones y reduce todo a conspiraciones maquiavélicas. Es cierto que Messi quizá mereció la expulsión poco antes del descanso, cuando debió ver su segunda amarilla por una entrada a Xabi Alonso. La primera le llegó por protestar. También debió irse antes a los vestuarios Coentrao. Es evidente que la trascendencia de una y otra expulsión no hubiera sido la misma, pero no es menos cierto que no se puede justificar lo sucedido con esa legítima petición de que Messi no debió terminar ni siquiera el primer tiempo.

Y es que el Madrid salió derrotado en todos los duelos que se ventilaron en el partido. Sólo Casillas demostró estar un peldaño por encima de Valdés y únicamente Benzema salió reforzado gracias a su sensacional actuación. El Madrid perdió en fútbol y fue claramente superado en la discusión táctica, un lenguaje que supo manejar mejor Guardiola que Mourinho. Guardiola movió piezas, introdujo variantes que acabaron por darle una superioridad aplastante en el centro del campo, el espacio en el que se cocinan las victorias. Busquets, Xavi, Iniesta y Cesc acabaron formando una línea que logró variar el rumbo inicial del partido, cuando el Barça parecía que iba a la deriva, y aplastó cualquier intento del Madrid por sacar la cabeza. Crearon y taparon a Xabi Alonso, anulando cualquier posibilidad de crear juego del Madrid, que no supo encontrar respuesta a ninguno de los movimientos tácticos del Barcelona. Con ese exuberante y reluciente centro del campo, el Barcelona compensó los numerosos errores cometidos en defensa, impropios no ya de este equipo, sino de cualquiera que se maneje en la elite.

Si dirigimos nuestra mirada al duelo entre Messi y Cristiano, la comparación no se sostiene. No hay ningún argumento favorable al portugués, obsesionado de nuevo por hacerse notar, dominado otra vez por la ansiedad que le provoca querer decidir el Clásico en cada jugada. Falló dos ocasiones clarísimas en momentos decisivos. No estuvo a la altura y eso ya no es novedad en un Madrid-Barça. Nuevo fracaso. Todo lo contrario que Messi, de nuevo determinante, desequilibrante, tan locuaz como acostumbra con el balón en los pies. Gozó de la inestimable colaboración de Alexis, un cuchillo que rasgó la línea defensiva del Madrid cada vez que entró en contacto con el balón.

El encuentro dejó a varios futbolistas desubicados, pero a nadie más que a Coentrao, caótico de nuevo como lateral derecho. No tiene condiciones para actuar en esa posición y con cada actuación suma nuevos argumentos para defender que no debe ser titular en el Madrid. Es lateral izquierdo y en esa posición actúa uno de los mejores del mundo, Marcelo. Tampoco Pepe y Ramos formaron ese muro infranqueable de jornadas pasadas.

El comienzo del choque no dejó adivinar lo que llegó después. El inicio del Madrid fue arrollador, por iniciativa propia y torpezas ajenas. Salió a buscar al Barcelona a su campo y aprovechó el regaló que le concedió Valdés, muy torpe toda la noche cuando el balón llegó a sus pies. Le entregó la pelota a Di María y en un instante se acumularon errores de remate o despeje que acabaron con el balón en Benzema, que no falló y celebró el primer gol cuando apenas se habían consumido 22 segundos.

El partido se puso como más le gusta al Madrid, con el Barcelona llevando la iniciativa y los de Mourinho luciéndose en la presión y el contragolpe. Esta efervescencia le duró al Madrid media hora, lo que tardó el Barça en empatar. Ya había avisado Messi, que aprovechó un resbalón de Ramos para irse como un rayo hacia el área, donde le esperó Casillas para evitar el tanto. Nada pudo hacer Iker después para evitar el empate. Messi bajó hasta el círculo central, le pidió la pelota a Xavi e inició un eslalon con el que rompió la defensa del Madrid, por el centro y con la ayuda de Coentrao, que habilitó a Alexis para que el chileno batiera a Casillas.

Hasta ese momento se disfrutó de un partido intenso, interpretado a gran velocidad. Después, los equipos se tomaron un respiro, se concedieron una tregua ficticia, porque el Barcelona por entonces ya era dueño del balón. Si en el primer tiempo lo movió con menos gracia que acostumbra, con circulaciones demasiado horizontales, en el segundo fue un recital que desnudó al Madrid y acabó elevando al Barcelona hasta el triunfo y el liderato.

Fue una cuesta abajo en la que Xavi, con la involuntaria colaboración de Marcelo, en el que rebotó el balón para que se alejara irremediablemente de Casillas, y Cesc trasladaron al marcador la indiscutible superioridad que hubo en el campo. De nada sirvió la entrada de Kaká por Özil, ni la tardía salida de Higuaín por Di María y mucho menos la entrada de Khedira por Lass.

Un Clásico más todo sigue igual, con el Barcelona disfrutando del fútbol y del resultado y el Madrid preguntándose cómo ha llegado de nuevo a esta situación.

Cristiano, realizó uno de sus peores clasicos.


Cristiano Ronaldo ganará el Balón de Oro según el ‘infalible’ voto de France Football

La suerte ya está echada. El ganador del Balón de Oro 2011 ha sido escogido. Asunto diferente es cuando se conozca el vencedor. Eso será en enero de 2012. Sin embargo, los votos se emitieron durante todo el mes de noviembre. Pese a ello, las especulaciones son máximas y cualquier gesto se analiza al detalle. Especialmente si llega de la revista que creó este galardón y que en esta edición tiene ganador claro según sus lectores: Cristiano Ronaldo será nombrado mejor jugador de este año.

Así se deriva de la encuesta que ha lanzado su site y en la que el portugués del Real Madrid va destacado (66,07% de los votos) por delante de Messi (28’18%) y Xavi (5’7%). El dato no debería ser anecdótico de no ser porque en las cinco últimas ediciones esta votación acertó de lleno en el ganador.

Incluso en 2006 (Cannavaro) y en 2010 (Messi) los votantes dieron en el clavo pese a ir contra corriente. El italiano salió ganador cuando las apuestas miraban a Ronaldinho o Henry. En el caso del argentino, las apuestas (e incluso las informaciones filtradas) hablaban de Iniesta como ganador del trofeo.

Para la presente edición las especulaciones señalan a Messi como vencedor por tercer año consecutivo. Su buen año en el Barça y alguna actuación fugaz con Argentina le colocarían por delante de Cristiano Ronaldo tras un año con ‘sólo’ una Copa del Rey en sus vitrinas.

Los lectores de Francefootball dan como ganador a CR7.


Ronaldo, Messi y Xavi por Balón de Oro 2011

El portugués Cristiano Ronaldo, el argentino Lionel Messi y el español Xavi Hernández son los tres candidatos al Balón de Oro 2011, desveladosen París, mientras que el británico Alex Ferguson, el español Josep Guardiola y el portugués José Mourinho optarán al premio al mejor técnico del año.
El nombre del ganador, elegido a partir de los votos de todos los seleccionadores y capitanes y de los corresponsales de “France Football”, se conocerá en una gala que tendrá lugar en Zúrich el próximo día 9 de enero.
La inclusión de Xavi en la tripleta de finalistas fue la gran noticia del día, porque pocos dudaban de que en la misma estuvieran Messi y Ronaldo.
Será la tercera vez consecutiva que el centrocampista del Barcelona suba al podium del prestigioso galardón que celebra 56 ediciones. El de Tarrasa, que el mes próximo cumplirá 32 años, ha sido tercero en las dos últimas ediciones, en las que se ha impuesto Messi.


La liga se pone blanca

Acosado por mil amenazas, asediado por el rival y por el estadio, el Atlético, en su eterno empeño por sorprendernos, decidió anoche ser el peor enemigo de sí mismo. El balance resulta demoledor. De los cuatro goles que encajó, dos llegaron de penalti y uno lo regaló Godín, también cómplice en el tercero. Y por si los cuatro puñales no hicieran mella suficiente, se acompañaron además de dos expulsiones indiscutibles, justísima la primera y piadosísima la segunda, quién sabe qué otros desastres podría haber causado Godín de seguir en el campo.

Así es y así viene siendo en los últimos doce años. Mientras el Madrid se inventa modos de ganar, el Atlético profundiza en las formas de sufrir. Llegados al derbi, su naturaleza es tan proclive a la tragedia que cuando no es la mala fortuna quien ataca ni el adversario quien golpea, entonces, en ese instante en que debería sentir el viento a favor, el equipo se ve impelido por una pulsión interior muy similar al vértigo que marea y empuja: salta, salta, salta.

Y el joven Courtois saltó. Un muchacho nacido en Bélgica, criado con cereales de primera calidad y sin tiempo para acunar viejos complejos participó de la autodestrucción atlética en los derbis. El caso es digno de estudio y de agua bendita (garrafas mejor que botellas). El maleficio se transmite por esporas o por miradas, flota en el ambiente y se respira profundo. El virus del pesimismo. Eso es lo que visualiza el Atlético aunque Manzano insista en proyectar campos repletos de flores. El problema no es la cartelera, es el ambientador.

Crueldad.
En la primera triangulación madridista, en el primer pase entre líneas de Xabi Alonso, el niño Courtois derribó a Benzema en el mano a mano. Roja y penalti. Multa y cárcel. ¿Inocencia? ¿Crueldad? Manzano lo hizo todavía más terrible: para dar entrada a Asenjo, sacrificó a Diego, su futbolista más talentoso. Minuto 23.

El pobre Diego no habrá vivido muchas noches tan aciagas. Para empezar saltó al campo con la misión de tapar a Xabi Alonso. Él, un diez, en el sentido más clásico y brasileño del dorsal, convertido en un centrocampista marcador. Bien, pues a pesar de la degradación táctica, le dio para incomodar a su par y para asistir a Adrián en el gol atlético. Todo eso perdió el visitante cuando Diego se marchó como un niño al que suspenden la prueba en el equipo de la ciudad.

Quien esgrima la razón de que el brasileño ya había visto una tarjeta amarilla (sin merecerlo, por cierto) lo igualará a cualquier futbolista sobre el campo y Diego es todo menos eso: su virtud es la exclusividad, el ingenio, la capacidad para salvar al equipo con un arrebato. No pudo hacerlo desde el banquillo.

Habrán observado que me dejé el gol de Adrián por el camino. No fue por olvido sino por ordenar la importancia de los acontecimientos. El dominio de la situación ejercido por el Atlético en los primeros minutos terminó con el penalti de Courtois, pero culminó antes con el gol de Adrián, un futbolista que ayer se confirmó en plaza grande. La jugada fue fruto de su insistencia y de su talento. Con esa disposición penetró entre la defensa y se apoyó en Diego y Salvio, tan al límite del fuera de juego que si la línea se marcara con llamas se habría quemado las pestañas.

El Atlético disfrutó apenas siete minutos de ese marcador favorable, de los planes que salen. Bien el orden, bien la disposición, mal el Madrid, atascado en su juego. Sin embargo, todo se desmoronó con el empate. Aunque, según escribo, advierto que tampoco es del todo verdad. El Atlético que resultó del empate fue un equipo tan digno como el anterior, con una única diferencia, sólo una: la victoria se convirtió en un objetivo imposible, quimérico. La hazaña, la proeza descomunal, pasó a ser otra: salir vivo de allí.

La inferioridad endureció el juego del Atlético, equivocando la permisividad de Mateu Lahoz con la ceguera de Stevie Wonder. Se afeó el partido y Di María fingió en defensa propia, tanto le arrearon. Con ese panorama de tobillos mordidos, los mejores momentos del Madrid se concentraron en los últimos minutos, cuando Marcelo se atrevió con Perea. Si uno de esos pases no acabó en pase de la muerte fue gracias a Domínguez, fabuloso como parapeto.

El premio del descanso colocó el partido en otra fase, igualmente crítica para el Atlético. El Madrid tenía superioridad física y numérica. Y 45 minutos por delante. Era el Atlético quien debía inventar algo. No lo hizo. Salió a no recibir un gol en los primeros cinco minutos y lo encajó a los tres.

Sentencia.
Fue el desenlace lógico de los acontecimientos. Xabi Alonso ya jugaba a placer, experimentando un nuevo tipo de pase en largo que apenas se eleva y peina la raya del césped. Perversiones de treintañero. A sus órdenes, el Madrid tocó y tocó, con más sadismo que paciencia, esperando, simplemente, haciendo guardia.

La liebre saltó (nunca mejor dicho) cuando Cristiano se halló persiguiendo un balón en compañía de Godín. El uruguayo quiso competir primero y agarrarlo después. Sin éxito en ambos casos. El pase lo alcanzó Di María para rematar un balón que tenía su ciencia; otros, muchos, hubieran hecho ensayo.

La duda fue entonces cuánto tardaría Manzano en hacer los cambios. El morbo fue observar a los suplentes, la incomprensible risa de Reyes. Sólo atendiendo a esa burla, quizá compartida, se puede explicar que el entrenador tardara tanto en dar aire al equipo. Malos son, en cualquier caso, los castigos que perjudican a un grupo entero.

Higuaín se ensañó con Godín en el tercer gol madridista. Se fue a presionarle y le robó un balón imperdonable, una bomba que el defensa fue incapaz de desactivar con un patadón, una jugada que le dejó sin cartera y penosamente caído de culo. Es horrible ser cómico cuando se pretende ser feroz. Visto eso, el cuarto gol se comprende mejor: para completar su inmolación, Godín embistió a Higuaín y le hizo penalti. Mateu Lahoz le mostró la roja y le evitó seguir sufriendo.

El Atlético acabó por estropear lo que había sido una presentación excelente. Al final hizo del derbi el partido de siempre, el de la impotencia. El Madrid, mejor que nadie, sabe cuánto le ayudó ayer el rival. Pero hará bien en no comentarlo mucho.

Cristiano se marchó cojenado del estadio
Cristiano Ronaldo abandonó cojeando el estadio después de una fortísima entrada de Perea, en los últimos minutos del primer tiempo, por la que el defensa atlético vio la tarjeta amarilla. El madridista recibió un golpe en el tobillo izquierdo que, afortunadamente, no es en el que tuvo los problemas que le mantuvieron dos meses de baja hace dos temporadas por una entrada del jugador del Marsella Diawara.

Mourinho ha concedido dos días de descanso a la plantilla blanca en los que Cristiano espera recuperarse. Pese a que recibió la patada antes del descanso, aguantó todo el partido. De hecho, ni siquiera fue atendido por los médicos en el terreno de juego. Tras el choque, Mourinho se quejó de la dureza empleada por el Atlético.

Cristiano Ronaldo ya es el pichichi en solitario de la liga con 15 tantos.


El Madrid gana a las dudas

El Real Madrid solventó el examen de Valencia mostrando demasiados altibajos. Luciendo todo su esplendor, que es mucho, en el primer tiempo, y sobreviviendo desde el contragolpe en el segundo, cuando cedió el espacio y la iniciativa al rival. Si lo reducimos todo al marcador, el Madrid ganó a los puntos en las dos partes. Si vamos más allá, las dudas se imponen a las certezas. Unas dudas provocadas por el propio Madrid, quien mientras quiso llevar la iniciativa fue dominador claro de un encuentro intenso, como todos los protagonizados por estos dos equipos. Hubo más sangre caliente que lucidez, más roces de tacos que sutileza en los pases.

Lo pasó mal el Madrid cuando bajó la intensidad de su presión, se replegó en su campo y entregó al balón al Valencia, que hasta entonces había sido incapaz de recuperarlo por sus propios medios. Si sacó la cabeza para respirar cuando el partido empezaba a ahogarle fue gracias a una acción a balón parado, al contragolpe y a Casillas, la medicina que nunca falla.

Mientras estuvo centrado y llevó la iniciativa, el Madrid fue el dueño del choque. Se vio entonces a un equipo serio, bien estructurado y ordenado, fue ese conjunto que somete a sus rivales a partir de una presión intensa e inteligente que esta vez ahogó al Valencia como antes hizo con otros. El Madrid mostró un altísimo nivel en el primer tiempo, con el Valencia incapaz de seguirle el ritmo.

Despejó el camino hacia la victoria Benzema, que mejoró un buen pase de Xabi Alonso con un control formidable y un remate de volea excepcional. La superioridad del Madrid en la primera parte fue incuestionable y comenzó a sufrir en la segunda a partir del cambio de Albiol por Arbeloa, que originó un desequilibrio en el lateral derecho del Madrid, que se equivocó al ceder la iniciativa al Valencia, quien por un momento se creyó en condiciones de discutirle el triunfo. Lo solucionaron Ramos, otra vez sobresaliente en el centro de la defensa, y Cristiano. Ramos cabeceó a gol un córner sacado por Özil y Cristiano, al contragolpe, aprovechó una mala salida de Diego Alves para cerrar la cuenta del Madrid.

A los dos goles respondió Soldado, el segundo después de un error tremendo de Marcelo, que se confió en exceso y de forma irresponsable para permitir a Pablo Hernández llegar hasta el balón y cedérselo a Soldado para que marcara.

En ese tiroteo en el que se convirtió el final del encuentro hubo de todo. Goles, protestas, una buena intervención de Casillas que terminó con el balón en el larguero y un penalti reclamado por el Valencia por una mano que no existió de Higuaín. Tumbado en el suelo, el argentino despejó el balón con el pecho. Casi todo lo que se vio al final lo protagonizó el Valencia, con el Madrid resistiendo hasta la victoria.

Mourinho nos refrescó la memoria en Mestalla y nos recordó que cuando se enfrenta a un rival importante, con el potencial suficiente para hacérselo pasar mal, el trivote florece en su centro del campo. Xabi Alonso, el verdadero mariscal de este Madrid, apareció escoltado por Lass y Khedira, que se mostraron más sueltos, descarados y atrevidos que de costumbre. Otra cosa es que cuando pisaran el área rival, en especial el alemán, se les hiciera de noche. Este trío se mostró mucho más activo, intenso e inteligente que el formado por Tino Costa, Albelda y Parejo, intermitentes, irregulares y que no dieron ninguna consistencia al Valencia. Ni frenaron al Madrid, ni construyeron juego suficiente para estar a la altura del rival.

Si miramos al marcador, la resistencia del Valencia en el primer tiempo duró 20 minutos, pero si nos fijamos en el juego, la oposición duró mucho menos. El partido empezó con un disparo de Tino Costa, que aprovechó ese aire distraído con el que salió el Madrid para mandar un aviso que no fue otra cosa que fuegos artificiales. Respondió el Madrid con el gol de Benzema para convertir el resto del primer tiempo en una plácida cuesta abajo en la que sobresalió el delantero francés, muy activo, apareciendo por todo el ataque y asociándose con todos sus compañeros. Receptor ideal de los pases largos de Xabi Alonso y la mejor pareja de Cristiano.

Después de pasar por los vestuarios el choque se inclinó del lado del Valencia, como ya ha quedado apuntado, y todos los esfuerzos que había empleado antes el Madrid en jugar los dedicó entonces a resistir las acometidas rivales. Supo resistir y sobrevivió, entre dudas y dificultades.

También quiso poner su firma al partido el árbitro Fernando Teixeira Vitienes, quien desenfundó con rapidez. Exageró al mostrar algunas tarjetas y se mostró tímido sin motivo cuando decidió ahorrase otras.

Cristiano celebra el 1-3.